¿Quién era Sir Francis?
Creemos fundadamente que se trata de un seudónimo, pues ni la dueña de la casa ni nadie de la
vecindad habían oído jamás este nombre
make love. To make love, hacer el amor (v. tamb. love);
He aquí otro limerick que Sir Francis solía
citar como típico ejemplo de humor inglés:
A reckless young man from Fort
Blaney
Made love to a spinster named
Janie.
When his friends said, «Oh dear,
She's so old and queer.»
He replied, «But the day was
so rainy!»
Un temerario joven de Fort Blaney
Le hizo el amor a una solterona llamada
Janey.
Cuando sus amigos le dijeron, «¡Pero alma
mía,
Es tan vieja y tan rara la tía!»
El replicó: «¡Pero, y el agua que caía ese
día!»
No está mal como humor inglés, pero a mí me
divertía más cuando, llegado a este punto, comparaba la forma de hacer el amor
de la mujer inglesa y la francesa. Sir Francis, que según dicen, tenía una
secreta admiración por la mujer francesa —aunque yo diría más bien por la mujer
universal—, gustaba de mencionar la conocida comparación del Mayor Thompson, que
había estado casado dos veces, primero con una inglesa y en segundas nupcias
con una francesa.
Decía que la inglesa, fiel a la tradición
británica de considerar el amor más como deber conyugal que como placer (otro
cliché más, v. French letter),
terminado el acto decía: «Do you feel
better, darling?» («¿Te sientes mejor, cariño?»), mientras que la
francesa, más de acuerdo con la concepción latina de la vida, decía: «Ça t'a plu, chéri?» («¿Te ha gustado,
cariño?»). Sir Francis añadía por su cuenta que la española solía decir:
«¡Otro, por favor!», lo que provocaba no pocas risitas entre el alumnado femenino
(la inmensa mayoría, por cierto).
Pero dentro de esta tradición de «No sex, please, we're British» («Nada de sexo, por favor, que somos
británicos»), el chiste más divertido que Sir Francis contaba cuando se
encontraba «en vena» era el de aquel capitán inglés que en un bar de
oficiales, tratando de congraciarse con su coronel, lo invita sucesivamente a
un whisky, a un jerez y a una cerveza, a lo que invariablemente el coronel
respondía (con ese estilo recortado británico que tan bien se le daba a Sir Francis): «No, thanks, tried it once, didn't like it.» («No, gracias, lo probé
una vez y no me gustó»). El capitán, desalentado por su poco éxito, va a
marcharse ya cuando en ese momento entra una joven en el bar, y el coronel, que
se da cuenta que quizá ha estado un poco seco con el capitán, y quiere arreglar
las cosas, le dice: «Wait a minute,
captain, I'd like to introduce my daughter to you.» («Espere un momento,
capitán, me gustaría presentarle a mi hija»), a lo que el capitán responde: «Your only daughter, I presume, sir.»
(«Hija única, supongo, señor»).
Ante esta fina muestra de humor inglés,
los afortunados que se enteraban (Sir Francis lo contaba todo en inglés,
naturalmente) se reían de buena gana. A los que no se reían, Sir Francis los
obsequiaba con otra anécdota, la de aquel capitán de barco que tenía la
costumbre de reunir a los marineros en cubierta para contarles chistes con los
que sus hombres se «retorcían» de risa. Pero una vez, al observar a uno que no
se reía, preguntó: «What's the matter
with that one, doesn't he like my jokes?» («¿Qué le pasa a ése, ¿no le
gustan mis chistes»), a lo que le contestaron: «No, captain, it's only that he doesn't belong to this ship.» («No,
capitán; es que no pertenece a este barco»). Si todavía había quien no se reía,
Sir Francis recurría a uno de los «empollones» para que tradujera al español, y
al final todo el mundo se reía, porque, ¿quién era el guapo o la guapa que se
arriesgaba a que Sir Francis le espetara: «You
don't belong to this class?» («¿No pertenece usted a esta clase?»).
Pero de todos los chistes que nos contó Sir
Francis, el más representativo del humor inglés es sin duda el de aquella
familia inglesa a la hora del té. Os lo cuento, aun a sabiendas de que en el
relato escrito se pierde la expresividad de los gestos y ademanes de Sir
Francis, tan característicos de la flema británica, pero bueno, siempre está la
imaginación: Se encuentran el padre, la madre y su hija, sentados en el living a las cinco de la tarde, cuando
el padre reclama su taza de té. La madre y la hija le espetan que si quiere
tomar el té, tendrá que hacerlo él mismo. Al padre, que no está muy por la
labor, se le ocurre una idea: “Voy a contar hasta tres y, a partir de ahí, el
primero que diga una palabra hace el té.” A la madre y a la hija les parece
bien y, a partir de ese instante, un profundo silencio se cierne sobre el cuarto
de estar. En ese momento, aparece el
novio de la niña, saluda a la familia y se sienta con ellos, pero nadie le
dirige una palabra. Transcurrido un buen rato y, aburrido por el prolongado
silencio, el joven exclama: “What a bore!
I’m going to make love to my girlfriend.” (¡qué aburrimiento!, voy a hacer
el amor con mi novia). Lo hace con ella en la alfombra, ante el asombro de los
padres, que no dan crédito a sus ojos, pero que no pueden decir nada porque
enconces tendrían que hacer el té. Terminado el acto, el descarado joven vuelve
a sentarse en el sofá, como si tal cosa. Pasada otra media hora de tedioso
silencio, le echa una mirada a la madre de su novia y piensa: “No está tan mal
mi futura suegra; me la voy a tirar también.” Y ni corto ni perezoso, se la
lleva a la alfombra y se repite el procedimiento. Al marido, rojo de ira, le
cuesta un mundo contener su indignación, pero claro, no puede decir nada,
porque entonces tendría que hacer él el té. Pasado otro buen rato, el joven,
cada vez más aburrido, se levanta y anuncia: “I’m going to go to the kitchen to make some tea.” (voy a ir a la
cocina a hacer un poco de té). Pone agua a calentar en un cacharro, pero al
retirarlo de la candela, se quema ligeramente en un dedo de la mano. Vuelve al
salón y le pregunta al padre de su novia: “Have
you got some vaseline?” (¿tiene un poco de vaselina?). Entonces, su
‘suegro’ se levanta y exclama: “All
right, I’ll make the tea!” (de acuerdo, yo hago el té).
Pierre Dañinos, Les Carnets du Major Thompson.