Con objeto de que puedan hacerse una idea de este divertido manuscrito, les ofrezco en este post la Introducción y una entrada como muestra de este libro:
LOS APUNTES SECRETOS DE SIR FRANCIS
INTRODUCCIÓN
Confieso que tuve mis dudas antes de
entregar a la imprenta estos apuntes recopilados paciente y laboriosamente a
lo largo de mis más de veinte años de asistencia a las clases de Sir Francis.
Como podrán ustedes comprender, no eran consideraciones de índole moral o ética
las que me detenían. Creo que afortunadamente vivimos unos tiempos en los que
el tabú del sexo ha sido generalmente superado y puesto en su verdadero plano
de libertad para discutirlo y practicarlo en su lugar y momento oportunos. Mis
reservas emanaban más bien del temor a dar una imagen equivocada de mi
apreciado y respetado profesor de inglés. En efecto, no me gustaría que nadie,
después de leer estos apuntes, sacara la impresión errónea de que las
lecciones de Sir Francis se asemejaban más a un «cursillo pornográfico» que a
una auténtica clase de inglés. No, señores, no, las clases de Sir Francis no
eran un cursillo de pornografía, aunque creo que la idea de impartir un curso
de esta índole no es ningún disparate y, llegado el caso, lo habría sabido
hacer con «buena nota», sin duda, y, de paso, ¿quién sabe?, a lo mejor, habría
ayudado a algunos a aprobar su «asignatura pendiente». Las clases de Sir
Francis eran clases de inglés de primera calidad, y este seguro servidor de
ustedes, que aprendió en ellas todo el inglés que sabe, inglés que le sirve en
su profesión y en su vida particular a las mil maravillas, puede dar fe de
ello.
Muchas de las frases recogidas en estos
apuntes, las más jugosas por cierto, se las oía a Sir Francis en tertulias
fuera de clase con, más que alumnos, compañeros enseñantes y amigos. En clase,
Sir Francis se limitaba a dejar caer algunos de estos giros y expresiones
picantes cuando la ocasión lo requería, y lo hacía, según sus propias palabras,
«para que estuviéramos debidamente informados y nadie nos pudiera sorprender».
Pero, además, tenía buen cuidado de
advertirnos contra su uso ¿indiscriminado y a destiempo. Con muy buen criterio,
opinaba que estas palabras y expresiones tabú, que, no cabe duda, convenía
conocer, no debían, sin embargo, ser utilizadas por los no nativos
prácticamente en ninguna ocasión. Y esto por varias razones de peso: no sólo
por lo malsonantes que pudieran resultar dichas in the wrong place, at
the wrong time or in the wrong company (fuera de lugar, a destiempo, o en
compañía inadecuada), sino por el efecto de ridículo e hilaridad inevitables
que estos dichos provocan en quien los escucha cuando son labios extranjeros
los que los pronuncian (imagínense a un subdito de su Graciosa Majestad
soltando un rotundo «coño» castellano). Pero está claro que es importante para
los alumnos estar bien informados, y era esta consideración la que llevaba a
Sir Francis a enseñar estas expresiones tabú a sus alumnos, ya «mayorcitos»,
por cierto. Por otra parte, y en honor a la verdad, debo decir que Sir Francis
tenía elegancia y tacto natos para este menester: siempre las daba «de
pasada», apoyadas en anécdotas, con múltiples advertencias sobre el registro
de estilo, etc., y, ¡ah!, se me olvidaba: siempre mandaba borrar la pizarra
inmediatamente después de escribirlas, con cierto aire «conspirador» que sus
alumnos entendíamos y valorábamos, aunque a veces lamentásemos no haber tenido
tiempo suficiente para copiarlas.
Aclarado este punto, y, fuera de toda duda,
espero, la profesionalidad e integridad de mi querido profesor, no creo que el
propio Sir Francis se hubiera opuesto a la publicación de estos apuntes.
«Llamar a las cosas por su nombre» e «informar al que no sabe» eran dos lemas
que repetía con frecuencia, y aunque la asignatura sea en este caso 'materia
reservada', el sexo, según sus propias palabras, puede y deber ser good fun
(sana diversión) para las personas de buen humor y espíritu abierto.
Debo advertir a mis lectores que no he
añadido ni quitado prácticamente nada a los apuntes de Sir Francis y he
procurado reflejar fielmente las expresiones tal como él las daba, incluyendo
sus sabrosos comentarios y anécdotas, divertidos juegos de palabras, etc., e
incluso unos originales ejercicios (únicos en su género) que en ocasiones nos
mandaba hacer. Las traducciones tienen a veces un cierto regusto andaluz, pero
esto no debe extrañar a nadie, porque Sir Francis era más andaluz que inglés.
Como ya he apuntado, Sir Francis hace uso de
multitud de canciones y versos obscenos, chistes, anécdotas, adivinanzas, etc.
para explicar el significado de muchos de los términos tabúes. Mención especial
merecen las rugby songs y los limericks. Las rugby songs
son canciones que cantan los jugadores de rugby después de los partidos, para
celebrar la victoria de su equipo, o consolarse de la derrota, pero siempre con
buen humor y los estómagos llenos de vino o cerveza. Aunque el vocabulario sea
generalmente actual y el argumento vulgar y de dudoso gusto, las rugby songs
resultan muy apropiadas para ilustrar el tipo de lenguaje que nos ocupa.
En cuanto a los limericks, cuya
invención se disputan ingleses e irlandeses, en su forma actual tienen
acreditada su existencia escrita al menos desde principios del siglo XVII,
aunque según el gran especialista Legman (v. bibliografía) son muy anteriores,
constituyendo acaso la más antigua forma poética oral en lengua inglesa. Se
trata de una estrofa de cinco versos; el 1º, 2º y 5º, de nueve sílabas, y el 3º
y 4º, de seis, que riman entre sí. Por sus peculiares características y pautas
rítmicas, con pies de tres sílabas, inacentuadas generalmente las dos primeras
y acentuada la tercera, componen un tipo de versificación humorística típicamente
inglesa, muy díficil de traducir a otros idiomas. Ofrezco, no obstante, las
atrevidas versiones de Sir Francis, que aunque no siempre respetan la rima y el
ritmo originales, logran a veces sorprendentes efectos de comicidad en español.
Especialmente curiosos son los limericks geográficos, en los que aparece
algún lugar de las Islas Británicas o de fuera de ella, que Sir Francis, gran
conocedor de la geografía española, no duda en adaptar al castellano, para
conservar la rima; así, por ejemplo, the old monk of Siberia se
convierte en un viejo monje de Zamora y the young man of Kildare, en un
joven de Sevilla. Ni que decir tiene que los personajes que aparecen en estos limericks
son totalmente imaginarios, y que cualquier parecido con la realidad es mera
coincidencia.
Como podrán comprobar, sólo en algunos casos
muy patentes se especifica si la expresión es de origen británico o americano.
Como bien decía Sir Francis, el lenguaje «porno» inglés, gracias a libros,
revistas, películas, vídeos, etc., circula libremente de un lado a otro del
Atlántico, siendo entendido sin dificultad tanto en Gran Bretaña como en los
Estados Unidos y demás países de habla inglesa, alcanzando incluso en algunos
casos nivel internacional de uso. Es un recurso cómodo, empleado con demasiada
frecuencia, atribuir todo lo «raro» o «sucio» al inglés americano, como si en
América todos fueran unos «sátiros» y en Inglaterra unos «angelitos». Hay de
ambas clases en los dos sitios, y personas «cachondas»[1]
de buen humor y que saben valorar «un buen polvo», en todas partes. Y es con
esa sincera esperanza con la que dedico estos 'apuntes' a todo el que simplemente
quiera pasar un buen rato con ellos. Al alumno o lector «travieso», que gusta
de arañar un poco tratando de descubrir lo que se esconde tras la fachada de un
libro, poco puedo decirle, ya que supongo que hace rato habrá adivinado que
todo esto no es sino un pretexto más o menos literario para «adornar» un
pequeño diccionario de términos picantes, tabúes en su mayor parte. Por último,
a los que todavía «se rasgan las vestiduras» con este tipo de cosas, les diré,
en frase de Sir Francis: «¿Qué pueden importar, después de todo, unas cuantas
palabras de cuatro letras (four-letter words = tacos) a ese chiste
cósmico que es el hombre? ».
Nota
importante: Cualquier parecido de Sir Francis con algún
profesor, español o extranjero, presente, pasado o futuro, es mera
coincidencia.
NOTA
DE LOS EDITORES
El
manuscrito de estos apuntes fue encontrado por el profesor Sánchez Benedito en
un desván de un viejo cottage del condado de Cheshire. Todas las pesquisas por
descubrir al propietario de aquellos papeles fueron infructuosas. Decidimos
darlos a la imprenta tras considerar que era una pena que se perdiera un
trabajo de investigación del lenguaje popular como el realizado por un alumno
de Sir Francis[2]. Algunos lectores
especialmente sensibles podrán quizá sorprenderse del desenfado con el que el
desconocido autor de los Apuntes
trata estos temas relacionados con el sexo. Nosotros creemos que el mundo de un
idioma va más allá de todo convencionalismo, discurre torrencial como el pulso
de la vida y en realidad no conoce otra frontera que la muy gélida de la
incomunicación.
La
portada de este libro es obra de Antonio Tello Gil.
[1] En el sentido andaluz de
‘alegres’.
[2] ¿Quién era Sir Francis?
Creemos fundadamente que se trata de un seudónimo, pues ni la dueña de la casa ni nadie de la
vecindad habían oído jamás este nombre
ENTRADA DE MUESTRA
make love. To make love, hacer el amor (v. tamb. love);
He aquí otro limerick que Sir Francis solía
citar como típico ejemplo de humor inglés:
A reckless young man from Fort
Blaney
Made love to a spinster named
Janie.
When his friends said, «Oh dear,
She's so old and queer.»
He replied, «But the day was
so rainy!»
Un temerario joven de Fort Blaney
Le hizo el amor a una solterona llamada
Janey.
Cuando sus amigos le dijeron, «¡Pero alma
mía,
Es tan vieja y tan rara la tía!»
El replicó: «¡Pero, y el agua que caía ese
día!»
No está mal como humor inglés, pero a mí me
divertía más cuando, llegado a este punto, comparaba la forma de hacer el amor
de la mujer inglesa y la francesa. Sir Francis, que según dicen, tenía una
secreta admiración por la mujer francesa —aunque yo diría más bien por la mujer
universal—, gustaba de mencionar la conocida comparación del Mayor Thompson[1], que
había estado casado dos veces, primero con una inglesa y en segundas nupcias
con una francesa.
Decía que la inglesa, fiel a la tradición
británica de considerar el amor más como deber conyugal que como placer (otro
cliché más, v. French letter),
terminado el acto decía: «Do you feel
better, darling?» («¿Te sientes mejor, cariño?»), mientras que la
francesa, más de acuerdo con la concepción latina de la vida, decía: «Ça t'a plu, chéri?» («¿Te ha gustado,
cariño?»). Sir Francis añadía por su cuenta que la española solía decir:
«¡Otro, por favor!», lo que provocaba no pocas risitas entre el alumnado femenino
(la inmensa mayoría, por cierto).
Pero dentro de esta tradición de «No sex, please, we're British» («Nada de sexo, por favor, que somos
británicos»), el chiste más divertido que Sir Francis contaba cuando se
encontraba «en vena» era el de aquel capitán inglés que en un bar de
oficiales, tratando de congraciarse con su coronel, lo invita sucesivamente a
un whisky, a un jerez y a una cerveza, a lo que invariablemente el coronel
respondía (con ese estilo recortado británico que tan bien se le daba a Sir Francis): «No, thanks, tried it once, didn't like it.» («No, gracias, lo probé
una vez y no me gustó»). El capitán, desalentado por su poco éxito, va a
marcharse ya cuando en ese momento entra una joven en el bar, y el coronel, que
se da cuenta que quizá ha estado un poco seco con el capitán, y quiere arreglar
las cosas, le dice: «Wait a minute,
captain, I'd like to introduce my daughter to you.» («Espere un momento,
capitán, me gustaría presentarle a mi hija»), a lo que el capitán responde: «Your only daughter, I presume, sir.»
(«Hija única, supongo, señor»).
Ante esta fina muestra de humor inglés,
los afortunados que se enteraban (Sir Francis lo contaba todo en inglés,
naturalmente) se reían de buena gana. A los que no se reían, Sir Francis los
obsequiaba con otra anécdota, la de aquel capitán de barco que tenía la
costumbre de reunir a los marineros en cubierta para contarles chistes con los
que sus hombres se «retorcían» de risa. Pero una vez, al observar a uno que no
se reía, preguntó: «What's the matter
with that one, doesn't he like my jokes?» («¿Qué le pasa a ése, ¿no le
gustan mis chistes»), a lo que le contestaron: «No, captain, it's only that he doesn't belong to this ship.» («No,
capitán; es que no pertenece a este barco»). Si todavía había quien no se reía,
Sir Francis recurría a uno de los «empollones» para que tradujera al español, y
al final todo el mundo se reía, porque, ¿quién era el guapo o la guapa que se
arriesgaba a que Sir Francis le espetara: «You
don't belong to this class?» («¿No pertenece usted a esta clase?»).
Pero de todos los chistes que nos contó Sir
Francis, el más representativo del humor inglés es sin duda el de aquella
familia inglesa a la hora del té. Os lo cuento, aun a sabiendas de que en el
relato escrito se pierde la expresividad de los gestos y ademanes de Sir
Francis, tan característicos de la flema británica, pero bueno, siempre está la
imaginación: Se encuentran el padre, la madre y su hija, sentados en el living a las cinco de la tarde, cuando
el padre reclama su taza de té. La madre y la hija le espetan que si quiere
tomar el té, tendrá que hacerlo él mismo. Al padre, que no está muy por la
labor, se le ocurre una idea: “Voy a contar hasta tres y, a partir de ahí, el
primero que diga una palabra hace el té.” A la madre y a la hija les parece
bien y, a partir de ese instante, un profundo silencio se cierne sobre el cuarto
de estar. En ese momento, aparece el
novio de la niña, saluda a la familia y se sienta con ellos, pero nadie le
dirige una palabra. Transcurrido un buen rato y, aburrido por el prolongado
silencio, el joven exclama: “What a bore!
I’m going to make love to my girlfriend.” (¡qué aburrimiento!, voy a hacer
el amor con mi novia). Lo hace con ella en la alfombra, ante el asombro de los
padres, que no dan crédito a sus ojos, pero que no pueden decir nada porque
enconces tendrían que hacer el té. Terminado el acto, el descarado joven vuelve
a sentarse en el sofá, como si tal cosa. Pasada otra media hora de tedioso
silencio, le echa una mirada a la madre de su novia y piensa: “No está tan mal
mi futura suegra; me la voy a tirar también.” Y ni corto ni perezoso, se la
lleva a la alfombra y se repite el procedimiento. Al marido, rojo de ira, le
cuesta un mundo contener su indignación, pero claro, no puede decir nada,
porque entonces tendría que hacer él el té. Pasado otro buen rato, el joven,
cada vez más aburrido, se levanta y anuncia: “I’m going to go to the kitchen to make some tea.” (voy a ir a la
cocina a hacer un poco de té). Pone agua a calentar en un cacharro, pero al
retirarlo de la candela, se quema ligeramente en un dedo de la mano. Vuelve al
salón y le pregunta al padre de su novia: “Have
you got some vaseline?” (¿tiene un poco de vaselina?). Entonces, su
‘suegro’ se levanta y exclama: “All
right, I’ll make the tea!” (de acuerdo, yo hago el té).
¡Viva Sir Francis!
ResponderEliminar(estas frases se las sueltas a alguna chica y se ponen cachondas, no te digo más)