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11/5/15

Los Apuntes Secretos de Sir Francis

Tengo el gusto de anunciar a mis seguidores y amigos la publicación, hace unas semanas, del libro Los Apuntes Secretos de Sir Francishttp://www.amazon.es/gp/product/B00TM7ALDS
Con objeto de que puedan hacerse una idea de este divertido manuscrito, les ofrezco en este post la Introducción y una entrada como muestra de este libro:

LOS APUNTES SECRETOS DE SIR FRANCIS

INTRODUCCIÓN

Confieso que tuve mis dudas antes de entregar a la imprenta estos apuntes re­copilados paciente y laboriosamente a lo largo de mis más de veinte años de asis­tencia a las clases de Sir Francis. Como podrán ustedes comprender, no eran consideraciones de índole moral o ética las que me detenían. Creo que afortuna­damente vivimos unos tiempos en los que el tabú del sexo ha sido generalmente superado y puesto en su verdadero plano de libertad para discutirlo y practicarlo en su lugar y momento oportunos. Mis reservas emanaban más bien del temor a dar una imagen equivocada de mi apreciado y respetado profesor de inglés. En efecto, no me gustaría que nadie, después de leer estos apuntes, sacara la impre­sión errónea de que las lecciones de Sir Francis se asemejaban más a un «cursillo pornográfico» que a una auténtica clase de inglés. No, señores, no, las clases de Sir Francis no eran un cursillo de pornografía, aunque creo que la idea de impar­tir un curso de esta índole no es ningún disparate y, llegado el caso, lo habría sabido hacer con «buena nota», sin duda, y, de paso, ¿quién sabe?, a lo mejor, ha­bría ayudado a algunos a aprobar su «asignatura pendiente». Las clases de Sir Francis eran clases de inglés de primera calidad, y este seguro servidor de uste­des, que aprendió en ellas todo el inglés que sabe, inglés que le sirve en su profe­sión y en su vida particular a las mil maravillas, puede dar fe de ello.
Muchas de las frases recogidas en estos apuntes, las más jugosas por cierto, se las oía a Sir Francis en tertulias fuera de clase con, más que alumnos, compañe­ros enseñantes y amigos. En clase, Sir Francis se limitaba a dejar caer algunos de estos giros y expresiones picantes cuando la ocasión lo requería, y lo hacía, según sus propias palabras, «para que estuviéramos debidamente informados y nadie nos pudiera sorprender».
Pero, además, tenía buen cuidado de advertirnos contra su uso ¿indiscrimina­do y a destiempo. Con muy buen criterio, opinaba que estas palabras y expresio­nes tabú, que, no cabe duda, convenía conocer, no debían, sin embargo, ser utilizadas por los no nativos prácticamente en ninguna ocasión. Y esto por varias razones de peso: no sólo por lo malsonantes que pudieran resultar dichas in the wrong place, at the wrong time or in the wrong company (fuera de lugar, a destiempo, o en compañía inadecuada), sino por el efecto de ridículo e hilaridad inevitables que estos dichos provocan en quien los escucha cuando son labios extranjeros los que los pronuncian (imagínense a un subdito de su Graciosa Majestad soltando un rotundo «coño» castellano). Pero está claro que es importante para los alumnos estar bien informados, y era esta consideración la que llevaba a Sir Francis a enseñar estas expresiones tabú a sus alumnos, ya «mayorcitos», por cierto. Por otra parte, y en honor a la verdad, debo decir que Sir Francis tenía elegancia y tacto natos para este menester: siem­pre las daba «de pasada», apoyadas en anécdotas, con múltiples advertencias so­bre el registro de estilo, etc., y, ¡ah!, se me olvidaba: siempre mandaba borrar la pizarra inmediatamente después de escribirlas, con cierto aire «conspirador» que sus alumnos entendíamos y valorábamos, aunque a veces lamentásemos no ha­ber tenido tiempo suficiente para copiarlas.
Aclarado este punto, y, fuera de toda duda, espero, la profesionalidad e integri­dad de mi querido profesor, no creo que el propio Sir Francis se hubiera opuesto a la publicación de estos apuntes. «Llamar a las cosas por su nombre» e «infor­mar al que no sabe» eran dos lemas que repetía con frecuencia, y aunque la asig­natura sea en este caso 'materia reservada', el sexo, según sus propias palabras, puede y deber ser good fun (sana diversión) para las personas de buen humor y espíritu abierto.
Debo advertir a mis lectores que no he añadido ni quitado prácticamente nada a los apuntes de Sir Francis y he procurado reflejar fielmente las expresiones tal como él las daba, incluyendo sus sabrosos comentarios y anécdotas, divertidos juegos de palabras, etc., e incluso unos originales ejercicios (únicos en su género) que en ocasiones nos mandaba hacer. Las traducciones tienen a veces un cierto regusto andaluz, pero esto no debe extrañar a nadie, porque Sir Francis era más andaluz que inglés.
Como ya he apuntado, Sir Francis hace uso de multitud de canciones y versos obscenos, chistes, anécdotas, adivinanzas, etc. para explicar el significado de muchos de los términos tabúes. Mención especial merecen las rugby songs y los limericks. Las rugby songs son canciones que cantan los jugadores de rugby después de los partidos, para celebrar la victoria de su equipo, o consolarse de la derrota, pero siempre con buen humor y los estómagos llenos de vino o cerveza. Aunque el vocabulario sea generalmente actual y el argumento vulgar y de dudoso gusto, las rugby songs resultan muy apropiadas para ilustrar el tipo de lenguaje que nos ocupa.
En cuanto a los limericks, cuya invención se disputan ingleses e irlandeses, en su forma actual tienen acreditada su existencia escrita al menos desde principios del siglo XVII, aunque según el gran especialista Legman (v. bibliografía) son muy anteriores, constituyendo acaso la más antigua forma poética oral en lengua inglesa. Se trata de una estrofa de cinco versos; el 1º, 2º y 5º, de nueve sílabas, y el 3º y 4º, de seis, que riman entre sí. Por sus peculiares características y pautas rítmicas, con pies de tres sílabas, inacentuadas generalmente las dos primeras y acentuada la tercera, componen un tipo de versificación humorística típicamente inglesa, muy díficil de traducir a otros idiomas. Ofrezco, no obstante, las atrevidas versiones de Sir Francis, que aunque no siempre respetan la rima y el ritmo originales, logran a veces sorprendentes efectos de comicidad en español. Especialmente curiosos son los limericks geográficos, en los que aparece algún lugar de las Islas Británicas o de fuera de ella, que Sir Francis, gran conocedor de la geografía española, no duda en adaptar al castellano, para conservar la rima; así, por ejemplo, the old monk of Siberia se convierte en un viejo monje de Zamora y the young man of Kildare, en un joven de Sevilla. Ni que decir tiene que los personajes que aparecen en estos limericks son totalmente imaginarios, y que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Como podrán comprobar, sólo en algunos casos muy patentes se especifica si la expresión es de origen británico o americano. Como bien decía Sir Francis, el lenguaje «porno» inglés, gracias a libros, revistas, películas, vídeos, etc., circu­la libremente de un lado a otro del Atlántico, siendo entendido sin dificultad tan­to en Gran Bretaña como en los Estados Unidos y demás países de habla inglesa, alcanzando incluso en algunos casos nivel internacional de uso. Es un recurso cómodo, empleado con demasiada frecuencia, atribuir todo lo «raro» o «sucio» al inglés americano, como si en América todos fueran unos «sátiros» y en Ingla­terra unos «angelitos». Hay de ambas clases en los dos sitios, y personas «cachondas»[1] de buen humor y que saben valorar «un buen polvo», en todas partes. Y es con esa sincera esperanza con la que dedico estos 'apuntes' a todo el que simple­mente quiera pasar un buen rato con ellos. Al alumno o lector «travieso», que gusta de arañar un poco tratando de descubrir lo que se esconde tras la fachada de un libro, poco puedo decirle, ya que supongo que hace rato habrá adivinado que todo esto no es sino un pretexto más o menos literario para «adornar» un pequeño diccionario de términos picantes, tabúes en su mayor parte. Por últi­mo, a los que todavía «se rasgan las vestiduras» con este tipo de cosas, les diré, en frase de Sir Francis: «¿Qué pueden importar, después de todo, unas cuantas palabras de cuatro letras (four-letter words = tacos) a ese chiste cósmico que es el hombre? ».

 UN ALUMNO DE SIR FRANCIS





Nota importante:  Cualquier parecido de Sir Francis con algún profesor, español o ex­tranjero, presente, pasado o futuro, es mera coincidencia.




 NOTA DE LOS EDITORES

El manuscrito de estos apuntes fue encontrado por el profesor Sánchez Benedito en un desván de un viejo cottage del condado de Cheshire. Todas las pes­quisas por descubrir al propietario de aquellos papeles fueron infructuosas. Decidimos darlos a la imprenta tras considerar que era una pena que se perdiera un trabajo de investigación del lenguaje popular como el realizado por un alum­no de Sir Francis[2]. Algunos lectores especialmente sensibles podrán quizá sor­prenderse del desenfado con el que el desconocido autor de los Apuntes trata estos temas relacionados con el sexo. Nosotros creemos que el mundo de un idioma va más allá de todo convencionalismo, discurre torrencial como el pulso de la vida y en realidad no conoce otra frontera que la muy gélida de la incomunicación.

La portada de este libro es obra de Antonio Tello Gil.





[1] En el sentido andaluz de ‘alegres’.
[2] ¿Quién era Sir Francis? Creemos fundadamente que se trata de un seudónimo, pues ni la dueña de la casa ni nadie de la vecindad habían oído jamás este nombre
ENTRADA DE MUESTRA

make love. To make love, hacer el amor (v. tamb. love);
     He aquí otro limerick que Sir Francis solía citar co­mo típico ejemplo de humor inglés:
     A reckless young man from Fort Blaney
     Made love to a spinster named Janie.
            When his friends said, «Oh dear,
            She's so old and queer.»
     He replied, «But the day was so rainy!»

     Un temerario joven de Fort Blaney
     Le hizo el amor a una solterona llamada Janey.
     Cuando sus amigos le dijeron, «¡Pero alma mía,
     Es tan vieja y tan rara la tía!»
     El replicó: «¡Pero, y el agua que caía ese día!»
    
     No está mal como humor inglés, pero a mí me divertía más cuando, llegado a este punto, comparaba la forma de hacer el amor de la mujer inglesa y la francesa. Sir Francis, que según dicen, tenía una secreta admiración por la mujer francesa —aunque yo diría más bien por la mujer universal—, gustaba de mencionar la conocida comparación del Mayor Thompson[1], que había estado casado dos veces, primero con una inglesa y en segundas nupcias con una francesa.
     Decía que la inglesa, fiel a la tradición británica de considerar el amor más como deber conyugal que como placer (otro cliché más, v. French letter), terminado el acto decía: «Do you feel better, darling?» («¿Te sientes me­jor, cariño?»), mientras que la francesa, más de acuerdo con la concep­ción latina de la vida, decía: «Ça t'a plu, chéri?» («¿Te ha gustado, cari­ño?»). Sir Francis añadía por su cuenta que la española solía decir: «¡Otro, por favor!», lo que provocaba no pocas risitas entre el alumnado femeni­no (la inmensa mayoría, por cierto).
     Pero dentro de esta tradición de «No sex, please, we're British» («Nada de sexo, por favor, que somos británi­cos»), el chiste más divertido que Sir Francis contaba cuando se encontra­ba «en vena» era el de aquel capitán inglés que en un bar de oficiales, tra­tando de congraciarse con su coronel, lo invita sucesivamente a un whisky, a un jerez y a una cerveza, a lo que invariablemente el coronel respondía (con ese estilo recortado británico que tan bien se le daba a  Sir Francis): «No, thanks, tried it once, didn't like it.» («No, gracias, lo probé una vez y no me gustó»). El capitán, desalentado por su poco éxito, va a marcharse ya cuando en ese momento entra una joven en el bar, y el coronel, que se da cuenta que quizá ha estado un poco seco con el capitán, y quiere arre­glar las cosas, le dice: «Wait a minute, captain, I'd like to introduce my daughter to you.» («Espere un momento, capitán, me gustaría presentarle a mi hija»), a lo que el capitán responde: «Your only daughter, I presume, sir.» («Hija única, supongo, señor»).
     Ante esta fina muestra de humor in­glés, los afortunados que se enteraban (Sir Francis lo contaba todo en in­glés, naturalmente) se reían de buena gana. A los que no se reían, Sir Fran­cis los obsequiaba con otra anécdota, la de aquel capitán de barco que te­nía la costumbre de reunir a los marineros en cubierta para contarles chis­tes con los que sus hombres se «retorcían» de risa. Pero una vez, al observar a uno que no se reía, preguntó: «What's the matter with that one, doesn't he like my jokes?» («¿Qué le pasa a ése, ¿no le gustan mis chistes»), a lo que le contestaron: «No, captain, it's only that he doesn't belong to this ship.» («No, capitán; es que no pertenece a este barco»). Si todavía había quien no se reía, Sir Francis recurría a uno de los «empollones» para que tradujera al español, y al final todo el mundo se reía, porque, ¿quién era el guapo o la guapa que se arriesgaba a que Sir Francis le espetara: «You don't belong to this class?» («¿No pertenece usted a esta clase?»).
     Pero de todos los chistes que nos contó Sir Francis, el más representativo del humor inglés es sin duda el de aquella familia inglesa a la hora del té. Os lo cuento, aun a sabiendas de que en el relato escrito se pierde la expresividad de los gestos y ademanes de Sir Francis, tan característicos de la flema británica, pero bueno, siempre está la imaginación: Se encuentran el padre, la madre y su hija, sentados en el living a las cinco de la tarde, cuando el padre reclama su taza de té. La madre y la hija le espetan que si quiere tomar el té, tendrá que hacerlo él mismo. Al padre, que no está muy por la labor, se le ocurre una idea: “Voy a contar hasta tres y, a partir de ahí, el primero que diga una palabra hace el té.” A la madre y a la hija les parece bien y, a partir de ese instante, un profundo silencio se cierne sobre el cuarto de estar. En ese momento, aparece el novio de la niña, saluda a la familia y se sienta con ellos, pero nadie le dirige una palabra. Transcurrido un buen rato y, aburrido por el prolongado silencio, el joven exclama: “What a bore! I’m going to make love to my girlfriend.” (¡qué aburrimiento!, voy a hacer el amor con mi novia). Lo hace con ella en la alfombra, ante el asombro de los padres, que no dan crédito a sus ojos, pero que no pueden decir nada porque enconces tendrían que hacer el té. Terminado el acto, el descarado joven vuelve a sentarse en el sofá, como si tal cosa. Pasada otra media hora de tedioso silencio, le echa una mirada a la madre de su novia y piensa: “No está tan mal mi futura suegra; me la voy a tirar también.” Y ni corto ni perezoso, se la lleva a la alfombra y se repite el procedimiento. Al marido, rojo de ira, le cuesta un mundo contener su indignación, pero claro, no puede decir nada, porque entonces tendría que hacer él el té. Pasado otro buen rato, el joven, cada vez más aburrido, se levanta y anuncia: “I’m going to go to the kitchen to make some tea.” (voy a ir a la cocina a hacer un poco de té). Pone agua a calentar en un cacharro, pero al retirarlo de la candela, se quema ligeramente en un dedo de la mano. Vuelve al salón y le pregunta al padre de su novia: “Have you got some vaseline?” (¿tiene un poco de vaselina?). Entonces, su ‘suegro’ se levanta y exclama: “All right, I’ll make the tea!” (de acuerdo, yo hago el té).




[1] Pierre Dañinos, Les Carnets du Major Thompson.


1 comentario:

  1. ¡Viva Sir Francis!

    (estas frases se las sueltas a alguna chica y se ponen cachondas, no te digo más)

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